lunes, 25 de mayo de 2015

El rey y su coraza

Cuenta la leyenda que hace tiempo, en un reino sin nombre, vivía un noble rey, hábil con las dagas y sabio en todos los sentidos. Unos dicen que jamás salía de su cuarto en el palacio, otros que en cada batalla combatía con su ejército como un guerrero más y otros decían que la fama del rey era solo un invento de la corte de sabios para mantener la paz del reino.

Lo cierto es que todas aquellas suposiciones eran verdad en algún momento, pero jamás juntas. En parte por lo extraño del rey, en parte porque pocas personas lo conocían en persona. Pero sea cual fuese la realidad verdadera, en todo el continente se hablaba de esta historia, la que contaré a continuación:

El rey jamás concede audiencias privadas, pero cualquier habitante del reino, amigo o enemigo, podrá entrar a su habitación, si demuestra ser puro de corazón, sinceramente corrompido o astuto como él.

Quien desee entrar a la habitación real, debe comunicarlo al concilio de ancianos y resolver 3 acertijos que jamás son revelados. Una vez cumplidos los requerimientos, la persona podrá acceder a la habitación real sin escudos ni armas, ni armaduras ni acompañantes.

Se dice que el rey siempre tiene una mortífera daga consigo, que muchos han entrado y ninguno ha sobrevivido, que los cadáveres son amontonados y enterrados en un patio privado tras la habitación del rey, y que existe una lápida con el nombre de todos aquellos que solicitan una audiencia con él, y que hay una lápida con su nombre, para aquel noble que lo convenza de sus pecados y lo corrija, aquel corrompido que lo asesinase o aquel sabio que penetrase hasta su habitación saliese con vida y contara la historia de aquel sabio rey.

Dicen las lenguas tres personas han salido de la cámara del rey: un joven noble, años después un vil asesino y siglos después un viejo consejero.

Ninguno más salió, porque todos ellos eran el rey